Leyenda de la vainilla

El templo de la diosa Tonacayohua estaba ubicado en una sierra alta localizada cerca de la ciudad de Papantla, era la diosa que se encargaba de cuidar la siembra y los alimentos, a la cual doce jovenes eran las encargadas de rendirle tributo, las cuales eran consagradas a ella desde niñas.
Una de las esposas del tercer rey totonaca llamado Teniztli, tuvo una niña que poseía una extraordinaria belleza, a la cual llamaron Tzacopontziza (lucero del alba), y que consagraron al culto de la diosa Tonacayohua, ya que su padre deseaba que nigún hombre disfrutara de su hermosura.
Un día la joven salió del templo a buscar animalitos para ofrendarselos a la diosa, se le apareció un joven de nombre Zkatan-oxga (el joven venado), el cual desde que la había visto con anterioridad había quedado muy enamorado de ella, y sabiendo que sería degollado por amar a lucero del alba, se la llevó con camino a la montaña.
Solamente habían caminado una pequeña distancia cuando de pronto les cerró el paso un monstruo que les arrojó fuego haciendolos retroceder, al ir hacia atrás se encontraron con los enojados sacerdotes del templo, y sin dejar a los jovenes que dijeran algo, los degollaron y depositaron sus cuerpos en el adoratorio del templo donde les extrajeron los corazones y fueron tirados a una barranca.
En la zona donde fueron arrojados los corazones, las plantas y hierbas empezaron a secarse dando la impresión de haber sido esparcido un maléfico influjo; poco tiempo más tarde comenzó a crecer un arbusto, el cual de manera milagrosa alcanzó un tamaño de varios palmos en solo unos días, además de haberse cubierto con un tupido follaje.
Una vez que el arbusto llegó a su tamaño final, a su lado empezó a brotar una orquídea trepadora, la cual fué envolviendo el tronco del árbol en solo unos días, dando la impresión de ser los brazos de una mujer que con delicadeza lo abrazaba, parecía protegida por la sombra del árbol, al igual que una novia reposando en el pecho de su amado, continuó su crecimiento llenandose de hermosas flores e inefables aromas.
Estos brotes prodigiosos llamó la atención del pueblo, que junto con los sacerdotes concluyeron que la sangre de los jovenes había sido transformada en el arbusto y la orquídea, asombrandose todavía más cuando las flores que habían nacido en ese lugar se convirtieron en delgadas y largas vainas, que al madurarse despedían un hermoso y penetrante aroma.
La orquídea fué declarada planta sagrada, convirtiendose en objeto de culto y constituyendose en los adoratorios totonacos como una ofrenda divina, de la sangre de la princesa nació la vainilla que en totonaco es llamada “Xanath” (flor recóndita) y en azteca “Tlilxóchitl” (flor negra).